Que recuerde, la última vez que estuve en Salamanca, Bobo Vieri (¡¡¡tan goleador y tan eso!!!) salió del Helmántico pronunciando una frase que pasaría al anecdotario futbolero hispano: «e la prima ve qui marco cuatri chicharri y perdo una partita». Obvio, sólo le podía pasar eso al Atlético, que cayó ante la Unión por 5-4. El estadio sigue igual, no han pasado los años, diez u once, desde aquello.
Hago punto y aparte para evitar suspiros de padrino cebolleta y hablo solo tirao en una terraza de la Plaza del Corrillo, pegada a la Mayor, mientras un grupo de andaluces se fotografía con una promocional bandera rojigualda de Cruzcampo (yo soy más de Alhambra, pero la primera es «Orgullosa Patrocinadora de los Campeones del Mundo»). La paz estudiosa y diurna de esta ciudadela universitaria la altera el ruido de la Marea Roja desde el chiringuito de Clubseleccion.tv en la Plaza Mayor (disgresión publicitaria: en directo retransmitimos los partidos de España Absoluta, Sub21 y Fútbol Sala. Y hablo yo. Solo no, con Rosety). Pasean replicantes de Villa con el siete de España, de Torres con el nueve de España, de Iker con el uno de España… En la mañana charrúa ganamos en presencia a los cuatro lituanos que han superado la noche salmantina. Anoche tuve que soportar a uno, borracho como una cuba, y queriendo convencerme de que Franco y Hitler «ar gud», de que eran ultras «gud» y de que el saludo nazi es divertido. Ojalá no se hayan recuperado de la trompa que cogieron, y nos los evitamos en el estadio, por lo que pueda pasar. Ah, dejaré escrito que, cuando dejaron de darme el coñazo, me perdí paseando por las callejuelas del centro, y prometo haber creído teletransportarme siglos atrás. Cuando te chocas sin querer con la Casa de las Conchas, y no tienes necesidad de encontrar la ranita de las narices (que es un sapo), sigues paseando y la Catedral Nueva te recibe grandota y callada, lo siguiente que esperas es que a la vuelta de la esquina, el Capitán Alatriste te salude al pasar con un gesto de su sombrero de alota ancha.