¿Cómo se creó la portada de «La palabra perfecta»?

En este tiempo de vida de la novela muchas personas me han preguntado por la portada de La palabra perfecta. «¿Por qué una niña entre ruinas?», «¿se arruinó la Biblioteca Nacional?», «si el protagonista es Fran Heredia, ¿quién es la niña?». Es momento de responder algunas de esas dudas.

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A modo de previa, diré que la idea para la portada me surgió de un recuerdo de Twitter. Un día, pasó fugaz por mi timeline una fotografía de un niño que rescataba libros de un bombardeo. La imagen era de un fotógrafo que murió en una de esas crueles y absurdas guerras que asolan el mundo. Sabía que esa imagen tenía que formar parte de La palabra perfecta desde que la vi. Me pareció brutal, trágica, esperanzadora.

Lo segundo que he de decir es que el autor de la portada de La palabra perfecta es Javier Álvarez Vidaurre, ilustrador de la Editorial Amarante. Él hizo el sueño realidad. Plasmó a la perfección, y a la primera, la idea que le transmití cuando trabajamos juntos.

Antes de encontrar a Amarante, y desde esa primera imagen del niño rescatando libros de la guerra, empecé a jugar. Descubrí una web dónde puedes hacer tus diseños, Canva (muy recomendable para autogestionarte tus propias ideas de portada).

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Busqué escenarios de ruina en Madrid y localicé unas en Rivas-Vaciamadrid, justo en la salida 19 de la carretera de Valencia. Allí que me fui un día libre a hacer fotos de la localización. Era el sitio perfecto.

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A partir de ahí, contaré que crear la portada ha sido una de las felices tareas en familia que más me ha divertido, una vez que el borrador de la novela estaba más o menos cerrado. Un domingo de buen tiempo nos fuímos todos, niña, madre y servidor, a las ruinas de Rivas. La pequeña tiene dotes de comunicadora, y se hizo con el papel al momento. Elegimos ropas de talla grande, una gorra antigua, y… ¡Acción!

No sé cuándo supe que tenía que combinar las ruinas con la plaza de las Cortes. Alguien me enseñó algo que ahora me parece obvio. Entonces, no: la portada de una novela debe ser alegórica, simbólica, clara. Quizá, paseando una mañana por el centro de Madrid, se me cruzó don Miguel de Cervantes por la cabeza y… ¡Voilà!

Una tarde que recuerdo invernal, en la que la luz se fue pronto, nos fuímos los tres al centro de la Villa e hicimos las fotografías delante de Cervantes y frente a la fachada principal del Congreso de los Diputados.

Probé mucho, cambié todo lo cambiable en mis ratos libres en la web Canva. Y tenía algunas ideas, algunos bocetos que pudieron ser más o menos válidos, mientras decidía si autopublicaba. Pero apareció Editorial Amarante y cuando tuve que ponerme al trabajo con Javier todo fue fácil. He de decir que respecto a la portada de La palabra perfecta jamás dudé. Sabía que era la portada perfecta desde que la tenía en mente.